Naturaleza descansaba a la sombra de un mundo.
La estrella quedaba detrás.
Dormitaba levemente, como si su única función fuera no llegar a dormirse.
No cerrar totalmente los océanos que eran sus ojos.
O sellar sus oídos, escuchadores infinitos de la levedad.
No dejar de respirar por su boca, tragadora de pequeños planetas, o aletargar su nariz, montaña aspiradora de las fragancias universales.
Y no es que no tuviera nada que hacer. Debía controlar constantemente millones, billones o trillones de situaciones que se daban a lo largo y ancho del todo. Aquí, allá, mas allá incluso. Alrededor o implícito dentro de Ella misma, pues estaba y no era, era y no estaba.
Y vigilaba ...
(continuara)
No hay comentarios:
Publicar un comentario